Salado pero sin estar demasiado curado, como a mí me gusta. Justo en su punto. De ese que tiene un buen corte. Tan bueno y tan bien curado que al ponerlo sobre la lengua y presionar sobre el paladar te deja un regusto… con un lejano toque añejo, pero sin serlo al cien por cien. De esos que te hacen segregar más saliva. De esos que te hacen cerrar los ojos para saborearlos mejor. Qué gusto, este jamón está de muerte. Aunque, bueno, lo que me voy a morir es cuando pidamos la cuenta. ¿Cuántas tapas me he tomado? Para variar, más que los demás. Qué digo más, muchas más. Y ya me van a empezar a mirar raro. Porque, claro, luego me quejo de estos kilos que me sobran y nadie se atreve a decirme que quizás alguna que otra tapa menos podría ayudar a mejorar mi físico.
Veamos, hagamos recuento. Serían: dos de jamón (con su extra de pan con tomate), una de pulpo a la brasa, una de albóndigas, una de ensaladilla, una de bravas, una pulguita de sobrasada y otra de roquefort con anchoas. Bueno, que también me he ventilado la ración de alioli del principio y las aceitunas (además de los frutos secos). Menos mal que eso no nos lo cobran. Bueno, les digo que ahora me subo a casa y no como y fijo que me creen (eso espero).
Vale, me han mirado regular pero he podido subir a casa sin problemas. Sin que se auto invite nadie, que a ver cómo finjo que no como nada más con esta gente pululando por el piso. Por cierto, ¿tenía medio sándwich en el frigo? Juraría que sí, lo que me sobró del desayuno de esta mañana. ¡Míralo! Qué rico, me lo como mientras pienso lo que me puedo cocinar…
Ya sé, voy a prepararme una lasaña. Puede que tarde un rato, pero no pasa nada. Es lo que me apetece. Tengo todos los ingredientes y el cuerpo me pide carne, pasta y bechamel. Que encima me sale una bechamel para chuparse los dedos. Y, vale, puede que no esté en la dieta que pasó la nutricionista… pero por una vez no creo que pase nada. ¡Un día es un día! Venga, me pongo con ello.
Creo que a lo mejor se me ha ido un poco la mano. Porque iba a tomarme una porción y poco a poco… me he acabado la bandeja entera. Que sí, que la lasaña estaba riquísima. ¡Pero yo no tenía hambre! No sé lo que me pasa. Es comer por comer. Pero, oye, qué rica. Yo creo que después de esto sólo me queda un postrecito. Algo dulce para poder hacer bien la digestión.
¿Dónde estaba la caja de donuts del Dunkin? Ah, sí. Al final la guardé en esa repisa de la izquierda para no tenerla en medio. Pues, venga, cojo uno solamente y me lo tomo viendo la tele. Aunque me da pereza coger un plato. Mejor me llevo la caja al salón y escojo allí el que me apetezca. Que son seis, pero lo mismo… me tomo dos en lugar de uno. Ya veremos.
Empezamos por este relleno de chocolate con KitKat por encima. ¡Qué rico! Mmmm, no puedo evitar cerrar los ojos. Noto la textura del chocolate en la lengua, la subo al paladar. Qué intensidad de sabor. Ese punto justo de cremosidad y dulzura sin excederse en el azúcar. Y qué decir de la masa del donut, que se deshace en la boca.
Pensándolo mejor, me tomo otro. Al fin y al cabo, ¿no se venden en packs de dos? Pues el de Coco me lo tomo sin darle más vueltas. Me está poniendo ojitos… ¡magia en tu boca! Ese sabor a coco, qué fresco. Qué bien encaja con la masa dulce.
De acuerdo, dos parecían más que suficientes. Y no tengo hambre. Aunque me temo que me voy a tener que tomar también el de Selva Negra y ese otro con relleno de chocolate blanco. Harían cuatro en total. Tampoco es una barbaridad, ¿no? Que no es por hambre, pero no soy capaz de evitarlo. ¡Están tan ricos!
Creo que me ha sonado el móvil. Mira, es Graciela: «Brunetina, ¿te vienes a tapear esta noche a las 10? Vamos al bar de Carlos». ¡Anda! Pues ahora mismo le contesto. Pero al bar de Carlos, no. Que esas tapas son raquíticas. Les voy a proponer ir al buffet de la calle de al lado. En ese puedes comer hasta llenarte por 10 euros. Y, la verdad, pudiendo comer así… para qué vamos a ir de tapas.
Que no tengo hambre, la verdad. Pero es que me llama más el poder comer sin límite. Y, digo yo, ¿esto que yo hago no tendrá un nombre? ¿No había un pecado capital así?