Es curioso cómo te crees que las cosas cambian con los años, mejoran o maduran, y te equivocas. En eso anda pensando Brunetina, porque aquellas cosas del pasado típicas del patio del colegio… siguen siendo exactamente igual muchos años después. Y es, como poco, sorprendente. Ponte cómodo, estira las piernas, apóyate en ese cojín que esta historia te va a gustar. Hazme caso.
¿Te acuerdas de que en el cole siempre había un niño que te tiraba de la coleta? Sí, ese que te ponía enferma. Y que, cuando hacía eso, te hacía daño. Vamos, te incordiaba adrede con la única intención de darte el día. Te ofuscabas y encima tenías que oír: «los que se pelean se desean». Y pensabas: no veo la hora de que nos hagamos mayores y esto deje de pasar. Pues lo siento, amiga, porque eso no va a ocurrir. Repite conmigo: ¡error!
Ya no te van a tirar de la coleta, pero el equivalente es igual de frustrante (o más) y te sigue gustando igual de poco (o menos aún, si cabe). Resulta que de los creadores de «te tiro de la coleta porque quiero llamar tu atención y me gustas» llega «me río de ti porque me gustas y no tengo ni idea de cómo tratarte». En sus cines próximamente, en todos los idiomas y apto para todas las edades. Porque esto es algo que nos afecta a todos, amigos, y no podemos dejar de verlo.
Ese niño del colegio se fijaba en una niña y no tenía ni idea de lo que hacer: pobrecito, tan pequeño, la ve guapa y no sabe cómo comportarse. Como ellos se dedicaban a juegos un tanto más toscos que los de las niñas, carecían de la experiencia mostrando o verbalizando sentimientos, por lo que se dedicaban a llamar la atención de la niña en cuestión con gestos, a falta de palabras. Y esos gestos, por desgracia, solían ser: un empujón, una patada en la espinilla, un codazo, un rodillazo, un tirón de la mochila (que casi te hace caerte de culo) o el clásico tirón de la coleta. Y es que: ¿qué esperabas? Tu coleta con el pelo largo ondeando al viento era una auténtica provocación para todos, te lo estabas buscando. Pero, bueno, con perspectiva te ríes y lo recuerdas como algo simpático de niños. Pobres, perdónalos, que no saben lo que hacen.
Y ese niño va luego al instituto, a la universidad, consigue un trabajo. Ese no es un niño: es un hombre. Bueno, en teoría y sobre el papel, porque si fuera por su forma de actuar pensarías que estás ante un niño de colegio. Pero llamémoslo hombre y pongamos los puntos sobre las íes, no nos despistemos. Ese hombre se fija en una mujer aleatoria (a lo mejor eres tú la afortunada, amiga mía) y empieza a fantasear con ella. Hasta aquí, todo normal. Pero, en ese momento en el que crees que ahora dedicará su madurez a comunicarse con esa mujer, a conversar con ella, a comentarle cosas interesantes… vas y te equivocas. ¡Tu gozo en un pozo! No tiene ni idea de lo que hacer, lo que decir ni cómo comportarse. Le encantaría darte un codazo en las costillas según pasas, lo que ocurre es que eso se consideraría agresión.
Ese hombre totalmente perdido en el mundo de los adultos se pone a pensar… No, venga, no dramaticemos, no puede ser verdad que esto sea algo fruto de mucho razonamiento – preferimos pensar que es un acto reflejo fruto de su inexperiencia para relacionarse con el mundo que lo rodea. La cosa es que ese hombre decide que tiene que llamar la atención de esa mujer, y descarta cualquier medio lógico para ello. Así que, básicamente, se dedica a incordiar hasta que le hagan caso.
¿Cómo incordia? Pues tiene varias maneras, aunque no deja de sorprenderte. En vez de hablarte, habla cerca de ti con alguien para que notes su presencia pero que parezca que no sabe que existes. En vez de darte los buenos días o saludarte si os cruzáis, saluda a otra persona a tu paso. Cuando habláis, por casualidades de la vida (no porque él lo intente), te dice frases del tipo: ¿Cuándo has llegado? No te he visto – ¿Es esa tu amiga? A ver si me la presentas – Pídeme algo, que me estoy quedando sin bebida. Y cosas por el estilo. Si estás en grupo, hablará con el grupo (y no contigo). Si te haces algún cambio por el que todos te piropean, fingirá no haberse dado cuenta y se hará el indiferente. Si dices que te gusta el día, dirá que le gusta la noche. Si te gusta viajar, él defenderá que lo mejor es estar en casa. Lo importante es llevarte la contraria, que quede muy claro que no se fija en ti, que no respeta lo que dices y que tiene su propia opinión contraria a la tuya, por supuesto. Y es primordial el anti-piropo. Si te están diciendo que llevas unos zapatos preciosos, él hará alguna gracia ofensiva al respecto (lo que sea, pero que quede claro que se está riendo de ti para que te dé rabia).
Y ese hombre… No tiene ni pajolera idea de lo que está haciendo. Y se sorprenderá de que otros se harten de ligar y a él no le den ni la hora. Pero, amigo, eres muy mayor y estás haciendo el tonto. No se trata de hacer sufrir a una mujer para que se fije en ti, se trata de hacerla feliz para que te coja cariño. Reírte de su ropa no es una forma de hacer que no deje de pensar en ti, es un método infalible para que piense que eres un estúpido sin modales. No escribirle cuando te escriba no hará que enloquezca de amor y de deseo, sino que la hará pensar que eres un cretino pagado de sí mismo. No saludarla si te la cruzas no hará que corra a tus brazos, sino que la dejará pensando en lo impresentable que eres. No estás consiguiendo que se vuelva loca por ti, sólo está deseando no cruzarse más contigo en la vida por lo inútil que eres.
Y te añado una cosa: si esas tácticas te funcionan con alguna mujer, sal corriendo en cuanto puedas. Porque ningún adulto en su sano juicio disfruta cuando lo tratan mal, lo ningunean o lo ridiculizan. Si se enamora así, está como una cabra harta de papeles y puede que una mañana amanezcas muerto. Pero, vamos, con esa actitud lo más probable es que amanezcas solo (como siempre) y sin perspectivas de cambio.
¿La quieres enamorar? Trátala bien, cuídala, mímala, dale su espacio, interésate por sus gustos, intenta compartir aficiones, crea vínculos duraderos que os lleven a buen puerto. Y deja los comportamientos de patio de colegio para los niños, anda.