Le parece a Brunetina esto de cumplir años, entre otras cosas, curioso. Sobre todo porque no hay dos personas que lo vivan de la misma manera – pero una persona suele vivirlo igual durante toda su vida, independientemente de los que años que le caigan.
Si haces repaso mental, puedes comprobar que te vienen a la mente diferentes formas de afrontar el día: con ilusión, con ganas, con miedo, con pasotismo. La gente suele ser o de los que celebran por todo lo alto, cumplan los que cumplan y caiga quien caiga, o de los que no quieren que nadie sepa que es su día porque ni piensan celebrarlo, ni quieren regalos, ni disfrutan siendo el centro de atención.
A Brunetina le encanta celebrar su cumpleaños. Puede que influya que de pequeña le montaran unas fiestas impresionantes, pero la cosa es que según se va acercando el día de cumplir años, se pone nerviosa, ansiosa y feliz. La noche de antes apenas puede dormir, a la espera de amanecer en su día. ¡El día que vino al mundo! Y es que, de pequeña, el cumpleaños era un día muy especial en el que todos la mimaban y le permitían hacer lo que quisiera. Por eso la víspera era tan emocionante… Al fin y al cabo, a las 12 de la noche ya se podía decir que estaba de cumpleaños, con lo que los minutos previos se hacían larguísimos. Para su fiesta conseguía una serie de tarjetas con las que invitar a sus amigas del cole a su fiesta, que con muchas ganas y planificación preparaba su madre. Esas tarjetas solían ser de color rosa, o de princesitas, o de hadas – todo muy de niña, acorde con su edad y con los tiempos. Y esa fiesta tenía hasta piñata. Chuches, medias noches, tarta y refrescos para los niños. Bebidas más espirituosas para los adultos que habían traído a esos niños.
Los cumpleaños en la edad adulta se suelen ver de otra manera, pero eso es sólo en teoría. Porque, quien los ha vivido con plena ilusión en su infancia, los vivirá igual el resto de su vida. Y probablemente los celebre con alguna fiesta, una comida especial, un viaje o cualquier actividad que le guste y que le haga sentir ese día como una celebración de su llegada al mundo.
Hay que celebrar tu cumpleaños, te lo dice Brunetina, hazle caso. ¿Sabes por qué? Porque el mundo es mejor desde que estás tú, porque hiciste muy felices a tus padres y a tus abuelos con tu llegada. Porque tu aparición en el hogar fue un rayo de esperanza, y porque los niños siempre vienen con un pan bajo el brazo. Y con tus monerías, tus balbuceos, tus gateos… animaste la casa e hiciste sonreír. Tienes muchas fotos que lo demuestran – en color o en blanco y negro. Y debes creértelo. Porque, con el paso de los años, fuiste fuente de alegría e ilusión para muchas otras personas: hermanos, primos o amigos. Hubo quien se enamoró de ti y quien vio el brillo de tus ojos como la imagen más bella. Y eso sigue existiendo a día de hoy, y todos los años que quedan por venir.
Hay personas a las que les alegras el día con solo ver tu sonrisa por las mañanas. Hay quien es feliz oyéndote contar tus historias. Hay quien disfruta de ir contigo al cine o a tomar una caña. Hay quien consigue olvidarse de sus problemas cuando le das un abrazo. Hay quien no entiende su semana sin llamarte por teléfono para contarte todo lo que le pasa o le preocupa. Hay quien no querría viajar con otra persona que no fueras tú. Hay quien disfruta más de sus horas de gym gracias a que las comparte contigo. Hay quien es feliz probando la cocina que le haces, incluso cuando está mala. Hay quien se siente mejor cuando le das unas palabras de ánimo. Hay quien empieza el día mejor si lo saludas. Hay algún animalito que está deseando que lo acaricies. Hay ciudades que iluminas con tu presencia. Hay bares que te necesitan entre sus clientes. Hay libros que están deseando caer en tus manos. Hay ropa que cobra vida cuando te la pones. Hay canciones que suenan mejor cuando las canturreas, aún desentonando. Hay casas que te echan de menos cuando te ausentas. Hay libretas que cobran vida cuando las usas. Hay móviles que se quedan inertes cuando no los llevas contigo.
No eres consciente de lo mucho que aportas al mundo, de cómo lo haces un mundo mejor. Y por eso, y por timidez, y por no querer llamar la atención… Te ocultas, dices que no quieres celebrar, que no te gusta tu cumpleaños. Y estás en tu derecho – no a todos nos gustan las mismas cosas. Pero, piensa algo: ¿alguien te ha dicho que tenga que ser una fiesta multitudinaria? No, ¿verdad? Puedes aprovechar que es tu día para dejarte mimar, que te regalen cosas bonitas, que te den cariño o que te inviten a comer. Haz eso que tanto te gusta y para lo que nunca tienes tiempo. Date ese masaje que siempre aplazas. Visita esa ciudad que tanto te apetece. Queda con esa persona a la que tanto echas de menos. Mímate, quiérete, dedícate el día.
Es tu día y te mereces que sea especial, que sea diferente a los demás. El mundo es un lugar diferente, mejor, desde que apareciste en él. Las personas que te rodean te lo pueden confirmar. Así que, ya sabes: sacúdete esa pereza, sal del sofá y recuérdale a todos que te quedan muchos años por delante de dar, recibir, compartir y disfrutar. Porque la vida son dos días, y lo que merece la pena es llegar al final despeinado y hecho pedazos – no totalmente niquelado y sin un rasguño. ¡Felicidades!