Brunetina y Mendruguito

Mendruguito es rosa, pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo llamo dulcemente: ¿Mendruguito?, y me mira desde su cesta blanca con ojos alegres, que parece que se ríe, en no sé qué idioma de los peluches.

Mendruguito cabe en las dos manos. Si se las pones bajo la espalda, esa espaldita que tiene, puedes acunarlo como a un cachorrito. Bueno, como a un osezno. Oseznos se llaman, ¿no es así? Claro que los oseznos tienen el pelo canela o marrón o gris… Bueno, tienen tonalidades entre las que elegir, aunque ninguna incluye el rosa de Mendruguito, no nos engañemos. Su pelaje es único en su especie. Así como su barriguita. Es redonda, abultada, achuchable, y de un blanco que contrasta con el resto de su cuerpo. La tiene adornada, no es un blanco apagado, aburrido, abandonado en el centro de su cuerpo; qué va. Tiene dos corazones. Dos bonitos corazones entrelazados en dos tonos de rosa que le recuerdan que es un peluche cuyo cometido es repartir cariño por el mundo – tarea nada fácil en los tiempos que corren.

Mendruguito está lleno de corazones, ahora que lo pienso. Los tiene en la barriga (dos, nada menos), pero no es el único sitio. Tiene otro en la nariz. ¿No os he hablado de su cara tan simpática? No sé cómo he podido pasarme eso por alto… Pues, sí: tiene una cara que hace que caiga bien a todos, les gusten o no los peluches; les importen poco, mucho o nada los osos de colores. Dos ojos saltones, vidriosos, muy abiertos. Los tiene de color negro, es cierto, aunque los párpados no podían ser nada más que de color rosa. ¡Cómo no! Pero es que esos ojillos traviesos, que miran de medio lado, con unas cejas muy altas en rosa fucsia son para comérselos. ¿Sabéis que tiene una sonrisa rosa? Sí, sin dientes, pero una sonrisa. Con sus tres pecas –rosas, eso es- a cada lado, en cada moflete. Pero, a lo que íbamos: tiene un corazoncito por nariz. La mar de bonito, no nos engañemos. Y es adorable verlo con esa cara tan divertida, esas cejas arqueadas, esas pecas… ¡y esa naricilla! Para darle el beso de esquimal que nos dábamos de chicas las amigas, creyendo que éramos muy originales y disfrutando de esa muestra de cariño tan tierna con nuestras más íntimas. Lo mejor es que la cabeza está coronada por un flequillo de tres pelos. Eso, como la barba que tiene tres pelos – tres pelos tiene mi barba. Pues eso tiene el señorito en la cabeza: una corona de tres pelos de color rosa. No se puede hacer grandes recogidos con lo que lleva, pero al menos no tiene que dedicarle mucho tiempo a su melena cuando sale de la ducha. Hay que ver el lado positivo de las cosas.

Mendruguito tiene cuatro patitas. Bueno, tal y como se las han distribuido, parece que tenga dos brazos y dos piernas. Pero, seamos realistas, son cuatro patas. Perdón: patitas. Que nuestro amigo no es de grandes dimensiones. Las dos patitas superiores (o bracitos, por qué no) son muy flexibles. Cualquiera diría que las tiene así porque quiere ir de mano en mano repartiendo abrazos. Lo que pasa es que con esa barriga rechoncha y esos brazos cortitos no se puede permitir abrazar a mucha gente. Pero, no pasa nada, él tiene la sana intención de consolar a quien lo necesite. Y es digno de alabanza, ¿no? Pues, ojo, que lo que no os podéis perder son sus dos patitas inferiores. Son robustas, fuertes, pero flexibles. Lo mismo le permiten andar (no sin cierta ayuda) que sentarse a ver la tele un rato (¿qué pasa? ¿No le puede gustar ver la tele a Mendruguito?). Pero, ante todo, las plantas de los “pies” las tiene adornadas por… corazones. Os lo cuento tal cual es. No me invento nada. Aquí, el muchachito, tiene los pies bordados con sendos corazones. La silueta es de un rosa fucsia, como el de las cejas, y el interior es de una tela de un rosa un poco más oscuro que el resto del cuerpo. Claro, es que necesita unos pies resistentes para ir por las casas repartiendo amor, no se nos olvide su cometido que comentábamos antes.

Mendruguito es una bolita rosa totalmente espachurrable que le alegra el día a cualquiera. Te acompaña viendo series en el portátil o un programa cutre de la tele en el sofá de casa. De hecho, lo hace todo en silencio, con su eterna sonrisa de peluche y sus patitas superiores dispuestas a abrazarte. Pero no te atosiga, no te exige cariño ni te reclama atenciones. Solo está – que no es poco. Y se deja querer cuando lo necesitas, porque él intuye que te hace falta, pero siempre finge no saberlo y te deja que te creas tu mentira de adulto independiente que sabe valerse por sí mismo. Pero Mendruguito es mucho más listo que tú y por eso espera que vayas a buscarlo, sin decirte nada al respecto cuando te desmoronas o necesitas abrazarlo para poder dormir toda una noche sin sobresalto alguno. Tampoco se queja si amanece en el suelo o se ha visto obligado a dar volteretas de madrugada. ¿Sabéis por qué? Porque es un oso amoroso que tiene un corazoncito al lado de la cola, justo donde la espalda pierde su digno nombre. Uno que reza “Care Bears”- aunque de lo usado que está el pobre, apenas puede leerse ya su apellido familiar. Pero a él no le pesa, porque te tiene tanto cariño que sabe que el nombre que le des es lo de menos. Dale un abrazo, con eso le vale.

Ese es Mendruguito.

Te lo mereces

Que seas la primera persona que tenga en la mente al levantarse y la última cuando cierre los ojos por la noche. Que cada mañana se despierte pensando en la suerte que tiene de que estés a su lado. Que te mire cuando duermes, como ausente, y no pueda evitar esbozar una pequeña sonrisa al ver tu cara de dormida. Dormida, despeinada, desmaquillada, desprevenida, descolocada… ausente. Que te vea guapa así. Que te lo diga. A diario. Guapa, sin más. Guapa, preciosa, ojazos, cuerpazo, bonita. Todos los días, a todas horas. Ese día en el que estás con la regla. Sí, ese día en el que te ves gorda, fea, hinchada, con pelos de loca, ojeras, piel cetrina, sin que nada te quede bien, incapaz de cuadrar la ropa, sin ganas de hacer nada. Ese día, también. Y en el que vienes sudada del gimnasio, en el que llegas estresada de la oficina, en el que has discutido con tu madre, en el que han despedido a tu compañero y amigo, en el que te has peleado con tu mejor amiga, en el que has tenido que sacrificar a tu perro, en el que la vecina te ha robado el ascensor, en el que se te ha ido el metro en la cara, en el que se te ha roto el tacón, en el que has tenido que andar descalza tres manzanas, en el que llegas sudada porque en el tren el aire no funcionaba y llevas varias horas en un horno de leña para humanos. Ese día, también.

Te lo mereces. Te mereces que te quiera. ¿Qué digo quererte? Te mereces que te adore. Que seas lo que más quiere en este mundo. Que no sepa vivir sin ti. Que no conciba la vida sin tu sonrisa, sin tu mirada, sin tu olor, sin tu sabor. Que no sepa cómo ha podido llegar hasta aquí sin conocerte. Que no entienda cómo ni cuándo sus pasos lo llevaron hasta a ti, pero que dé gracias por sus equivocaciones pasadas. Porque ellas fueron quienes lo encaminaron hacia su persona preferida del mundo: tú.  Tú, la que es tan guapa, estilosa, atractiva, inteligente, simpática, cariñosa, loca. Sí, que te quiera por tus defectos. No con ellos, y mucho menos negándolos, que te quiera por ellos. No eres perfecta, eres quien debes ser. Y él lo sabe y lo respeta. Y lo venera. Y por eso quiere conocerte cada día más. Y quiere saber la música que te gusta para oírla, para ir a conciertos contigo, para sorprenderte yendo a festivales o poniéndote tu canción preferida el día que más la necesitas. Y quiere saber lo que lees, para leerlo contigo y aprender juntos. Y quiere saber lo que ves, para compartir series y películas y actores y fotogramas. Para ir juntos al cine de verano y reír o llorar con tu estrella preferida. Y quiere saber lo que comes para poder cocinarte, para llevarte a restaurantes, para probar cosas nuevas contigo, para saber qué te hace feliz y cómo puede compartirlo contigo para que la experiencia sea perfecta.

Te mereces sentirte la mujer más irresistible de la faz del planeta. Y él conoce cada rincón de tu cuerpo, cuerpo que adora de todas las formas: con ropa de invierno, vestidos de verano, bikini, recién duchado o sudado. Te hace sentir la mujer más atractiva y deseada del mundo sólo con su mirada. Y tu piel responde a cada una de sus caricias como si hubieras nacido por y para sus labios y sus manos. Puedes sentir un escalofrío desde la nuca hasta los dedos de los pies con sólo uno de sus gestos.

Te mereces que quiera conocerte con pelos y señales. Que quiera conocer a quien te ha cuidado hasta llegar aquÍ: a tus amigos, a tu familia, a todos los que ocupan un rinconcito en tu corazón. Porque viene para quedarse, él no está de paso. Y por eso necesita conocerlos. No lo hace para hacerte feliz ni por cumplir, tiene un interés genuino en ellos. Porque ellos son ramificaciones de tu persona y todo lo que esté relacionado contigo le interesa. Le interesa porque eres tú. Porque está increíblemente agradecido de al fin haberte encontrado y no piensa parar hasta hacerse con un lugar permanente en tu vida. Y quiere beber sorbo a sorbo tu vida, tus anhelos, tus pasiones, tus deseos, tus alegrías y tus penas. Quiere ver a tu madre para saber de dónde ha salido esa persona tan maravillosa. Quiere ponerle cara a tu padre para saber quién es el hombre que más te quiere y te cuida en el mundo. Quiere conocer a tus amigos y acabar siendo amigo de ellos, porque ellos te conocen y ellos podrán ayudarle a prepararte sorpresas, fiestas, regalos y viajes. Porque juntos harán un equipo que lucha por y para ti. Porque esto es sólo el principio de la historia y toda buena historia necesita unos personajes principales que nunca fallan.

¿Sabes lo que te mereces? Que sea él quien te dé los buenos días y quien te escriba primero. Y que no tengas que jugar a tener una libreta de agravios sobre quién habla o escribe o manda algo. Porque cuando te habla, le hablas. Cuando le hablas, te habla. Siempre sabes que eres bienvenida. Sabes que te echa de menos cuando os separáis y que está deseando contártelo todo con pelos y señales porque no contempla vivir algo de lo que no puedas ser partícipe. No entiende la vida sin ti. No entiende la vida sin tus manías, tus ruiditos, tus días malos y tus días buenos. Sin tu olor. Sin ir cogidos de la mano paseando por la calle sin rumbo.

Lo sabes, lo sabes de sobra. Porque te pasa lo mismo que a él. A ti también te da un vuelco el corazón cada vez que cruzas una esquina y lo ves a lo lejos sonreír cuando cruza la mirada contigo. Te da un vuelco el corazón cuando sale su nombre en la pantalla del móvil todas las veces que te escribe, sin excepción. Y se te pone cara de tonta mirando el teléfono, contestándole, mandándole un simple icono de chat sonriente. Y cada mañana al abrir los ojos miras al lado y no te crees la suerte de poder seguir teniendo a esa persona a tu lado. No te crees cómo has llegado hasta aquí. Cuántas veces tiraste la toalla, cuántas veces pensaste que tu corazón maltrecho no volvería a amar. Y ahora: mírate. No entiendes la vida sin sus manías, sus ruiditos, sus días malos y sus días buenos. Sin su olor. Sin ir cogidos de la mano paseando por la calle sin rumbo.

Así que no me vengas llorando ni lamentándote ni contándome que no merece la pena, que el desengaño es demasiado fuerte, que esa relación que no te llena es mejor que estar sola, que prefieres no quedar con ese chico que te anda escribiendo, que tienes cosas mejores que hacer. Sigue luchando, no pierdas la esperanza, no pierdas la energía, no te dejes convencer por los agoreros. Suénate los mocos, lávate la cara, péinate esa melena loca, ponte tus mejores tacones, sacúdete el polvo de la caída, cúrate las heridas, ponte los labios rojos y sal a la calle. Y no te conformes con menos. Te lo mereces.