Hace cosa más de un año empezaba esta andadura personal, este pequeño proyecto en el que puse todas mis ilusiones, ganas y esperanzas. Nació de una necesidad imperiosa de escupir todas las sensaciones, pensamientos y reflexiones que se me escapaban a borbotones a golpe de teclado (por los dedos índice de cada mano, que nunca supe escribir como Dios manda).
Una mañana, tumbada en la cama pensando en cosas varias… me di cuenta de que necesitaba crear este blog. Quería empezarlo con un homenaje a mi tía, porque era la que ocupaba mis pensamientos día y noche en esos momentos, y quizás porque pensaba (de manera equivocada o no) que le hubiera gustado leerlo, saber que lo hacía yo, imaginarme escribiendo algo cada semana que podía llegar a cualquier persona que tuviera unos minutos que dedicarle a mi web.
Le puse la mayor de las ilusiones y le dediqué bastantes horas. Tuve que aprender a diseñar la web (más o menos), para lo cual necesité la ayuda de quien siempre me tiende la mano cuando me veo en apuros. Aprendí, o lo intenté, a darle vida al blog. Al menos tuve la impresión de darle un poco de caña a las neuronas, porque parece que cuantos más años cumples, más te acomodas y menos las usas.
Y escupí todo aquello que me quemaba por dentro. Primero, dos veces en semana, Luego, una sola vez a la semana. Contaba sensaciones, inventaba historias, disfrazaba anécdotas, inventaba historietas o situaciones. De todo aquello que me flotaba por la mente escogía lo que me parecía más interesante, lo moldeaba, disfrazaba, adornaba y lo plasmaba en esta falsa página en blanco.
Tuvo una finalidad claramente terapéutica, y por ello, muchas veces me hizo llorar. Bueno, o me hice llorar, porque el blog no es un ente separado de mí. Tuve monólogos, quejas, charlas, reflexiones. Pude descargar la rabia que llevaba dentro, pude darle un espacio a ella y a tantos otros que nos han dejado. Pude quejarme de lo que más me incordiaba y reírme de lo que me parecía ridículo. Pero, ante todo, me di la oportunidad de decir la verdad, sin tapujos, sin filtros, sin cortapisas y sin ningún tipo de expectativa que no fuera el poder volcarlo y, posteriormente, olvidarlo.
Durante estos meses tuve la oportunidad de recibir muchos comentarios positivos, críticas, aportaciones, ánimos, piropos… cariño, en definitiva. Porque el hecho de que alguien encuentre unos minutos para leer tu punto de locura es un halago. Y que dedique otros tantos a hablarte de lo que ha sentido leyéndote es verdaderamente maravilloso.
Y este proyecto, como tuvo un principio, tiene un final. Todos lo tenemos, y no por ello la vida deja de ser interesante… más bien al contrario. Pero ya he cumplido con los objetivos propuestos y considero que es el momento idóneo para echar el cierre. Para poder hacer una despedida digna y caminar hacia otro lado.
No olvido vuestras palabras ni consejos y, sobre todo, no podré borrar lo bien que me hizo sentir saberme apoyada. Os quiero, lo sabéis. A unos y a otros: a todos. Y me siento satisfecha y feliz de los pasos que he dado y de lo que aprendido del mundo y de mi forma de vivirlo.
La web seguirá existiendo y se podrá leer o releer las veces que uno quiera… pero ya como libro cerrado que tienes en la repisa y al que te acercas en esas tardes un tanto nostálgicas. Y yo estaré donde siempre, en todas partes y en ninguna. Cerca de los que tengo al alcance de la mano, y a golpe de chat de aquellos que por desgracia me pillan lejos.
Gracias. A todos, a mí, a ti… porque el dolor de tu recuerdo me animó a crear esto y a día de hoy solo siento alegría pensando en ti, en lo que fuiste y en lo que me diste.
Hasta pronto.