Pasamos tanto tiempo de nuestra vida diaria ocupados en actividades mecánicas, en tareas de esas que realizamos sin pensar, que se nos olvida que la vida es eso justamente que nos está ocurriendo. No es el plan de futuro, ni la quedada del sábado, ni el viaje a Islas Mauricio del próximo noviembre. Es ahora, es esto, es hoy, es este preciso minuto en el que andas leyendo las cuatro palabras que me he animado a juntar tras las vacaciones.
¿No te da pena a veces? Pensar que te pasas toda tu existencia corriendo de un lado a otro, sin darte ni cuenta de que solo rellenas huecos, víctima del horror vacui que nos domina a todos en esta sociedad moderna de tecnología, inmediatez y todo tipo de dispositivos que no nos conectan, sino que nos hacen cada vez más torpes, insensibles, asociales, inhumanos.
Sin querer, como por una bendita casualidad de esas que se dan a veces en la vida, te encuentras en otro lugar y no se parece nada a la ciudad en la que vives. Y, sin saber cómo ni por qué, dejas que el ambiente local se te contagie, se te pegue a la piel, te entre en los pulmones al respirar, se meta en los tímpanos en forma de voces calmadas, pájaros cantarines sin prisa, coches que pasan sin más preocupación que la de llegar pronto a la playa para poder tomar el sol y darse un baño bien merecido. Y te das cuenta de que nos equivocamos: lo importante no es ir corriendo de una parte a otra, lo verdaderamente interesante es disfrutar de la nada. Simplemente dejar que lo que te rodea te marque el paso, el rumbo, el ritmo.
Porque nos preocupamos demasiado por cosas tan insustanciales… sin querer ver que lo único que vale es un abrazo, un plato de comida, un buen vino, una caña helada, un ataque de risa tras oír un chiste malo, charlar con la panadera sobre una empanada, agradecer el piropo del quiosquero, admirar la fachada de esa iglesia por la que pasas a diario, acariciar al perrete que se te acerca moviendo la cola, sonreír al ver a esa niña intentar darle de comer a las palomas, tener un techo bajo el que dormir y un peluche al que abrazar cuando no te apetece salir de casa. Porque la vida está en esas pequeñas cosas.
Hemos vuelto en Sweet Limerence… Bienvenidos.