Brunetina y el sueño

Te pesan los párpados, te cuesta fijar la vista. Parpadeas, te frotas el ojo izquierdo, el derecho, te secas algunas lágrimas. Vale, de acuerdo, parece que ya puedo seguir leyendo. Ah, pues no puedo, no. Bueno, de acuerdo, cierro el libro este y me pongo una serie. Mira, esta serie es divertida, seguro que me espabilo. Títulos de crédito, saludos iniciales, un par de bromas. Ay, espera, que se me cierran los ojos. Vaya, parece que cada vez parpadeo más lento. No puede ser, no me estoy enterando de nada. ¿Qué acaba de pasar? Pues juraría que esa actriz es nueva, claro, como que parece que he parpadeado durante diez minutos… No me extraña que no me esté enterando de nada.

Apagas el portátil, lo cierras, te desperezas, te estiras, coges el móvil. Mira, me han escrito. Uf, me cuesta contestar algo ocurrente. Espera, una notificación… bah, ni soy capaz de entender esa foto. Mejor programo las alarmas y bloqueo el móvil.

No quiero dormirme, no quiero acostarme, no quiero darme por vencida. Pero es que ya ni siento los músculos del cuerpo, el cerebro hace tiempo que está soñando. Mejor apago la luz y me acurruco de lado. Un ratito, solo un ratito.

Y es que el sueño siempre fue la criptonita de Brunetina – no hay necesidad básica que pese más en su organismo.

Buenas noches.

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