Parece que fue ayer, la verdad. Sobre todo porque, como suele ocurrir con muchos olores, ese sabor no se olvida con facilidad. De hecho, si Brunetina cierra los ojos, es capaz de recordar el olor, el sabor y hasta la textura del gravy.
Hace muchos años de esto, sí, pero el tiempo es relativo… Bueno, lo es nuestra percepción del mismo – una hora dura una hora, otra cosa es que haya minutos que se nos hagan horas (ese mirar cada instante el reloj del móvil y ver que sólo han pasado un par de minutos, ese querer detener el tiempo cuando se está en buena compañía y ver que se nos escapa como arena entre los dedos). Que nos desviamos, al tema que nos atañe: el gravy. Esa salsa de carne y verduras que tomaba de pequeña como si de oro líquido se tratara. Y quizás, probada de adulta, no le habría hecho ni pizca de gracia… Pero es lo que tiene la infancia – que todo lo magnifica y hace que la comida sea un recordatorio de un estado de ánimo, que un sabor agradable sepa a sonrisa, que una comida con tus amiguitas sea un momento único e irrepetible que te deje un sabor de algodón de azúcar en la boca.
Es la hora del lunch y hay que ir hacia el comedor escolar. Brunetina va con su amiga, Rachel (ya la conocéis), de la mano, con ese andar típico de las niñas – que más que andar es dar saltos de duendecillo. Contentas, sonrientes, de la mano, felices. Y, según se van acercando a ese comedor enorme lleno de mesas, con unas pequeñas escaleras para acceder y una ventana lateral por la que se llega a la comida, ya lo nota. Lo huele, lo percibe, lo siente… y se pone tan contenta que da palmaditas con las manos. ¡Hay gravy! Ya ves, qué cosa tan tonta. Y ese alimento tan British, tan del Reino Unido, tan ajeno a la cultura española… a ella la hace feliz. Casi seguro que es porque es algo que relaciona con ir a comer con sus amigas, pero la cuestión es que le encanta. No se puede decir que sea difícil contentarla.
Es de color marrón, o canela. La textura es un tanto líquida, aunque espesa. Y huele a… quizás algo similar a las pastillas de caldo de Avecrem (aunque puede que sea un olor más intenso). Se la ponían por encima al puré de patatas que acompañaba a los guisantes y la carne. Brunetina, la carne, como que no puede decir que sea su comida preferida. Salvo contadas excepciones, suele preferir el pescado. Pero, a lo que iba, que la salsa iba con el puré de patatas y aquello sabía tan bien que intentaba comerlo muy lento para que le durara. Arriesgaba, quizás, que la seño le preguntara si no le gustaba y le metiera prisa… Pero no importaba en absoluto: los placeres se disfrutan mejor con pausa, con calma, poco a poco, sin que le vengan a una metiendo prisa estropeando el momento. Y tomaba pequeñas porciones con el tenedor: pincha, rebaña, escurre y a la boca. Cierra un poco los ojos, sube la lengua al cielo de la boca, deja que el sabor inunde las papilas gustativas. ¡Aaaaaah, qué rico! Unos segundos antes de coger otro poco, vamos a disfrutar del sabor en la punta de la lengua un poco más. ¿Por qué nos lavamos los dientes tan rápido al acabar de comer? Es una pena, porque solemos dejar para el final el bocado perfecto, el que tiene un poco de todos los sabores del plato, el que hemos reservado como remate de una comida perfecta. Y lo único que se nos ocurre, tras eso, es salir corriendo a por una pasta de menta que nos borre esa memoria. Una pena que vayamos con tanta prisa en este mundo moderno, ni tiempo de saborear la comida tenemos.
A Brunetina es que la comida siempre le ha parecido algo muy serio – desde pequeña. Y cuando va por Inglaterra y le viene ese olor como dulzón, a guiso, a puré de patatas… Cierra los ojos, aspira y siente el gravy sobre la lengua. Está sentada en esa sillita minúscula del comedor escolar, tiene 5 años, su amiga Rachel está a su lado y Miss Head comprueba que no le falte de nada. Sólo con eso ya se siente como en casa. Es que, de hecho, está en casa. En su segunda casa. Porque Brunetina es galesa y andaluza – lo mejor de cada sitio.
Por eso quiere aprovechar para felicitaros San Valentín y recordaros que es un momento ideal para celebrar – amistad, amor, matrimonio, amor fraternal… lo que sea. Coge a esa persona y vete a cenar algo rico porque es algo serio la comida. Muy serio.
¡Gracias por el texto! ¡Me has inspirado para un artículo mío!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias a ti por leerme 🙂
Me gustaMe gusta
¡Esas fijaciones de la infancia! ¡Y mira que está malo el gravy. Como para darle sabor a las tradicionales insípidas comidas británicas. Pero cómo huele a infancia feliz, ¿eh? Y qué bien lo evocs. Un beso.
Me gustaLe gusta a 1 persona
A mí me sabe a gloria 🙂
Me gustaMe gusta
Jajaja
Me gustaLe gusta a 1 persona