Bloqueo del creativo, miedo ante la página en blanco, pánico ante el vacío. Impaciencia, frustración, impotencia, depresión, resignación.
Paseo, baño, lectura, serie, música… Just Jack:
I must have got up about twenty to seven
Had a shower and had breakfast
And had a couple of pieces of toast
You know, forced it down
Then had a cup of coffee
It was pouring with rain
And I thought oh God
You know, good old England
I get this writer’s block
It comes as quite a shock
And now I’m stuck between
A hard place and the biggest rock
In my own head consumed
I sit back in my room
It’s like the tapestries of life
Get tangled in the loom
Parece que no es tan original esto. Llueve, como en la canción. Te recuerdo diciendo «¿por qué llueve tanto?». Lo decías una y otra vez, en bucle. Cada vez que llueve sin parar te recuerdo. Postrada en la cama diciendo eso. El bolso rosa empapado. El pompón deformado. Parecía que nos habían tirado cubos de agua. Tuve que echar todo a lavar nada más entrar en la casa. Ni los zapatos se secaban. No tenía ropa que ponerme, había llevado una maleta vacía. Mi mente había sido incapaz de preparar un equipaje que estuviera listo para lo inesperado, la lluvia torrencial, porque lo inesperado ya había ocurrido. Estaba ocurriendo. Lo imposible se hacía posible. Los peores miedos tenían nombre, eran tangibles.
Un día lluvioso, un día de Andalucía, un día que jugaba España, un día caluroso en San Pedro… Todas las despedidas grabadas a fuego en la mente. Diferentes, pero dolorosas. Ninguna pasa al olvido.
Día lluvioso en la Bajamar: las calles inundadas, el colegio impracticable, día libre para profes y alumnos. Aventuras que contar a tus vecinas. Excusa para usar las botas de agua – si es que te dejaban salir a la calle.
Primer día lluvioso en Kingston: paseo a reconocer el barrio con muy poco éxito. Los vaqueros de campana, como mandaba la moda del momento. Una cámara de fotos de carrete, un flash no muy eficiente. El agua que ibas recogiendo con los pantalones hasta que te llegaba a la rodilla. El bajo del pantalón cediendo y las pisadas haciendo que se desgastara… un futuro de rotura próxima.
Primer día en Madrid: una maleta grande, un taxista con malos modales, un paraguas endeble y una lluvia incansable. Maleta en el charco, barrio desconocido, poco saldo en el móvil. Preludio de una semana visitando habitaciones de alquiler paraguas en mano, mapa en la otra, móvil con cada vez menos saldo en el bolsillo.
Lluvia en París, frío. Nieve en Berlín, tormenta de nieve. Granizo en Gallipoli. Lluvia suave en Roma. Botas, charcos, paraguas, capuchas… Gente que no cabe en las aceras. Esquivar varillas, mirar al suelo para evitar salpicaduras. Coche que pasa, ola estilo Carrie Bradshaw.
La lluvia como elemento conductor, como pegamento de recuerdos, como agua purificadora que te hace renacer, renovarte. El agua del vientre materno, la vida, el inicio y el fin. El recuerdo del mar, el sonido de las olas, el olor a sal, la brisa marina en la cara, ojos cerrados, respiración lenta.
Las gotas de lluvia contra los cristales, olor a mojado. Relax.