Brunetina y SJP

Brunetina no puede negar que una de las primeras series a las que realmente se enganchó fue «Sexo en Nueva York». Tan es así, que devoraba los DVDs con fruición y veía capítulo tras capítulo como si no hubiera un mañana. Contaba los minutos que le quedaban para salir del curro y poder correr a casa a ver otro capítulo más, no queriendo que nadie la molestara en ese momento sagrado: una mantita, una Coca-Cola y la pantalla en gris con el logo de la HBO y el sonido de tele mal sintonizada que era el preludio a una melodía que se hizo tan famosa… que el día que se estrenó la peli en el cine, todas aplaudían como locas al oírla.

Y es que ahora hay tantas opciones que cuesta que una serie le robe el corazón a nadie. Lo que hicieron con «Sexo en Nueva York» fue totalmente innovador. Se trató de un fenómeno de masas que traspasaba fronteras. Era la primera vez que las mujeres se sentían identificadas en una serie de TV – algo irónico si se piensa que estaba pensada y escrita por hombres. De hecho, aquellos que critican este programa se basan en que la temática es irreal ya que son situaciones pensadas por hombres, que ellos nunca pueden ponerse en la piel de una mujer. Pero les tenemos que reconocer que consiguieron un formato de media hora que enganchaba no sólo a Brunetina, sino a mujeres desde la adolescencia hasta edades muy avanzadas. Mujeres de cualquier rincón del planeta.

¿Qué nos ofrecía la serie de Carrie Bradshaw? Tenía unos pilares básicos: la ciudad que nunca duerme, un grupo de amigas muy diferentes, moda a raudales y amor/desamor. Todo salpicado de comentarios de a protagonista sobre lo que ocurre en cada episodio y una moraleja final que nunca defrauda.

Nueva York: la ciudad que nunca duerme. Podías ver todos los edificios famosos de las películas con las que te habías criado, pero a la vez te empezabas a conocer de memoria infinidad de bares, cafeterías, restaurantes de Manhattan. Y, gracias a esas cuatro amigas tan dispares, conocías los cupcakes, las porciones de pizza de Joe’s, los Cosmopolitan. ¡Eras una neoyorkina más!

Las amigas: cuatro mujeres dispares que eran, sin duda, rasgos exagerados de la personalidad femenina. ¿Quién querías ser? Una Carrie, una Miranda, una Samantha, una Charlotte. Cada una de ellas con un trabajo apasionante y una forma diferente de afrontar la vida. Pero sumándolas a todas conseguías una mujer entera: la guapi-fea escritora, la adicta al trabajo anti-romanticismo, la seductora relaciones públicas y la virginal deseando tener marido e hijos. Se juntaban los sábados para tomar el brunch (cuando faltaban muchos años para que los modernos de Madrid supieran lo que era eso) y se ponían al día de sus amoríos. Cómo olvidar a Charlotte el día que dijo que sus almas gemelas eran sus amigas. O a Miranda cuando le dijo a Mr. Big que trajera a Carrie de vuelta de París.

Moda: conjuntos imposibles, peinados a la última moda, joyas… Podías estar al día de todas las tendencias en sólo media hora. Carrie era la transgresora, Miranda era la de corte andrógino, Samantha era la inevitablemente sensual y Charlotte, cómo no, la clásica en busca de su anillo de diamantes. Que no se nos olviden sus amigos gays, que también aderezaban esta pasarela neoyorkina. Pero, ante todo: TACONES. Sí, con mayúsculas. Los Manolos de Carrie Bradshaw. Una mujer capaz de correr manzanas sin bajarse de ellos. Unas mujeres que adoraban su calzado tanto que Brunetina siempre recuerda a Miranda (cuando se mudó a Brooklyn) diciendo: «podrás sacarme de Manhattan, pero no podrás sacarme de mis tacones». Carrie puso de moda esta marca e hizo que mujeres de todo el mundo soñaran con calzarse sus estiletos. Esa mujer que vivía en un minúsculo apartamento de Manhattan que no podía pagar porque se había gastado todo su sueldo en tacones. Esa mujer que iba siempre en taxi. Esa mujer que nos hizo creer que podías vivir en la ciudad que nunca duerme de escribir un artículo a la semana sobre citas – y encima estar en todos los eventos de moda, desfilar y ser portada de Vogue.

Amor y desamor, reducido a dos tipos de hombre: Aidan y Mr. Big. Todo se podía dividir entre el hombre casero y el de negocios. El que estaba dispuesto a quererte, y el que era totalmente inaccesible. El que estaba ahí y el que… siempre desaparecía. El que te daba abrazos y el que te daba disgustos. Aidan era hogareño, sencillo, hábil (esa silla fue un gran regalo), le gustaba el campo, no disfrutaba de la ciudad, apenas salía de noche, tenía un perro grande y cariñoso – como él. Mr. Big era un hombre con un pasado, que ya conocía el matrimonio, que no se enamoraba fácilmente, emocionalmente inaccesible, opuesto al compromiso, rico, elegante, con buenos contactos, gran hedonista, conocedor de bares y restaurantes, dandi conquistador de las mujeres más bellas de la ciudad. Aidan le regaló un anillo… pero no era el que nuestra Carrie quería, porque no estaban destinados a estar juntos. Mr. Big dio muchas vueltas, pero era el que mejor la conocía y el único realmente compatible con ella, sus deseos, sus manías y sus sueños. Bien sabe Brunetina que esos dos modelos de hombre eran los dos únicos relevantes de la serie: los que luego se replican en la vida de muchas otras y hacen que se pregunten si escogerían al uno o al otro. ¿Eres de Aidan o de Mr. Big?

Puede que la escribieran hombres, puede que haya quienes no soporten esta serie… pero no cabe duda de que las situaciones que presentan son, como poco, divertidas. Y, sobre todo, presentaban distintas formas de vida y consideraban la soltería femenina una opción no sólo probable sino deseable. Por todo esto, Brunetina de vez en cuando se pone un capítulo de su serie preferida y se pasa media hora pegada a la pantalla disfrutando de una dosis de irrealidad adornada de Cosmpolitans, tacones de lujo y vidas sociales intensas. Soñar es gratis; ¿acaso no tienes tú una distracción que te ayude a evadirte de la realidad?

Bravo, Sarah Jessica Parker, por tantas historias divertidas sobre 12 centímetros en una ciudad llena de aventuras. Por tu arrojo, tu valor, tu independencia y tu coraje.

*Maybe some women aren’t meant to be tamed. Maybe they just need to run free until they find someone just as wild to run with them*

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