Brunetina es que se fija mucho en las manos de la gente, no lo puede evitar. Es algo que le pasa desde pequeña, así que ya se ha acostumbrado a ser así (y se le olvida que la gente se sorprenda de esta manía suya). Y, quizás por culpa de esta atención obsesiva que le dedica a las manos, es una experta en manicuras. Bueno, más que experta podríamos decir que le gusta el nailart en extremo y le concede especial importancia.
Hay una serie de circunstancias que no puede soportar, que la sacan de sus casillas. Cosas como las uñas descascarilladas, la manicura que se seca mal y tiene burbujas bajo el brillo, la manicura hecha sin base de uñas, la manicura sin brillo final (inexplicable), la manicura que daña la uña, la manicura francesa. Aunque, pensándolo bien, hay una cosa mucho peor: la pedicura francesa. ¿No os habéis fijado? ¡Hay personas que la tienen! Cosa que carece de sentido, porque a ver quién se levanta una mañana pensando que se va a dejar las uñas de los pies largas para así poder hacerse esa pedicura noventera. ¿Quién quiere tener las uñas de los pies como mejillones? Inconcebible.
¿Os habéis fijado en lo mucho que se puede saber de una persona por sus pies? Porque son los eternos abandonados, así que no es difícil verlos deshidratados enfundados en unas sandalias veraniegas. Con heridas si la persona usa mucho zapato rígido y anda demasiado. Con uñas largas si nunca usa zapatos cerrados. Con juanetes y demás deformaciones fruto de los tacones. Es todo un mundo por explorar ese de los pies.
Pero lo que realmente le quita al sueño a Brunetina son las manos. De siempre, de toda la vida. Vamos, desde que tiene uso de razón. Porque si de los pies se pueden sacar conclusiones, de las manos se pueden escribir novelas rusas. Puede que no os hayáis parado a pensarlo, pero fijándose en las manos de una persona se saben muchas más cosas que centrándose en ninguna otra parte de su anatomía. Que sí, hazme caso, que es así. Vayamos por partes, como decía aquel señor que destripaba.
En primer lugar, una mano cuidada denota una persona extremadamente detallista, metódica, ordenada, organizada. Una manicura impoluta es señal de alguien que se fija en los detalles, en aquello que no todos tienen en cuenta. Una mano con muchas heridas puede ser aquella de alguien que las usa para trabajar. Los que practican mucho deporte podrán tener callos. Unas uñas mordidas serían las de alguien nervioso. Unas que sean postizas, las de alguien que se ha parado a pensar en que tiene que hacer algo con sus manos pero no considera que tenga el tiempo necesario para encargarse personalmente de ello. Unas manos con venas marcadas podrían ser de un deportista. Unas secas quizás las de alguien que se pasa el día limpiando. Unas de uñas cortas y aseadas, las de un médico o un cocinero. Unas con lunares, probablemente las de una persona de edad avanzada a la que ya le van saliendo manchas. Unas manos que se mueven mucho, las de alguien expresivo. Unas que descansan en el regazo, las de una persona introvertida. Unas que hacen aspavientos, las de alguien que necesita ocupar el espacio para comunicarse. Unas uñas largas y afiladas, las de alguien que no limpia ni escribe a mano. Unas amarillentas, las del fumador. Unas oscurecidas en los bordes, puede que de alguien que sea jardinero o mecánico.
Pero, sin lugar a ninguna dudas, las manos hablan por sí mismas. Cuentan historias, memorias, experiencias vividas. Llevan marcada la huella de los propios dedos y de aquellos que han entrelazado. Recuerdan la piel acariciada, la silueta del cuerpo querido. No olvidan la suavidad de la piel del bebé, no pasan por alto el tacto de seda de aquella melena, se alegran recordando el lomo de aquel perro al que se ha saludado. Conservan olores, texturas. Van sumando todo aquello que ocurre a lo largo del día y lo portan con su dueño, en mucha mayor medida que cualquier otra parte de su cuerpo.
Esas manos pueden ser grandes y agarrarte para evitar que te caigas. Pueden abrirte la puerta del coche para que salgas. Pueden llevar un ramo de rosas para darte en tu día especial. Pueden llamar a la puerta de tu casa para sorprenderte. Pueden agarrarse a tu mano para pasear así, sin más pretensiones. Pueden cocinarte tu plato preferido, pueden brindarte tu bebida recién vertida en tu vaso preferido (con el número justo de hielos – ni uno más, ni uno menos). Pueden escribirte el mensaje de buenos días, o el de buenas noches. Pueden marcar tu teléfono para llamarte. Pueden escribirte una tarjeta de navidad para felicitarte las fiestas. Pueden apartarte el flequillo y colocarte el mechón detrás de la oreja, todo con el fin de mirarte de verdad a los ojos. Pueden escoger tu regalo sorpresa de cumpleaños. Pueden pagar la cena a la que te están invitando. Pueden ponerte la mano en la frente para saber si tienes fiebre. Pueden traerte una sopa cuando no eres capaz de moverte de la cama. Pueden taparte con una manta cuando caes rendida en el sofá. Pueden hacerte cosquillas. Pueden colocarte tu collar preferido. Pueden ayudarte a ponerte unos estiletos. Pueden subirte la cremallera de ese vestido que te sienta como un guante. Pueden darte un masaje. Pueden cogerte de la cintura justo antes de darte un beso.
Brunetina, como siempre, con sus fantasías. Las manos, esas eternas desconocidas a las que ella les dedica tantos pensamientos. Sus manos, las tuyas. Tus manos, sí.
Me encanta tu ensayo sobre las manos y te doy razón en muchos de los detalles que expresan las manos sobre la personalidad de la gente. Un saludo 😉
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¡Gracias! Un placer saber que te gusta y que hay más gente con manías como la de Brunetina 😉
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Bueno, observar las manos no creo que sea una manía, es intentar leer a las personas de todas las maneras posibles, como observar la mirada o los gestos. Saludos.
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