Brunetina y el cine

Lleva Brunetina unos días pensando si quedar con su amiga para ir al cine, pero mira la cartelera y no sale de su asombro. De un tiempo a esta parte parece que ya no haya películas nuevas. Da la impresión de que todo son remakes o películas al estilo de temporadas pasadas. Como si todo estuviera inventado ya y sólo tuviera cabida el reciclar lo vivido en otras décadas.

Con lo cual, si lo piensas, no vas al cine a ver “la nueva de…” sino alguna versión actual de todas las pelis de acción del pasado. Y, si no se cumple esa premisa, se trata de una película ambientada en otra época. Lo que nos gusta ahora llamar “cine nostálgico”. ¿Es que ya está todo inventado o es que vivimos en una sociedad de nostálgicos? Existe la posibilidad de que el público objetivo haya cambiado, por lo que todo aquello que se produzca para entretener deba satisfacer unas necesidades diferentes, moldeadas por las circunstancias presentes. Si la juventud cada vez comprende un margen mayor de edad, si los 40 son los nuevos 30, que son los nuevos 20. Si la edad para tener hijos se posterga, si los óvulos se congelan (pensando en embarazos en la cuarentena bien avanzada, algo inimaginable hace un par de décadas). Si las personas compran una casa cada vez con más años. Si compartir piso ha pasado de ser algo propio de estudiantes a una circunstancia normal en treintañeros (largos). Si todo eso es nuestro día a día, es más que probable que los productores, directores, maestros del entretenimiento en general se encuentren ante un público maduro pero de costumbres marcadamente juveniles. Quizás, y sin que nadie se sienta ofendido (no es la intención), se trate de personas con ciertas características infantiles, con una necesidad imperiosa de recordar tiempos mejores. ¿Cuáles? Su infancia. Y, ¿cuándo tuvo lugar? En los años ochenta. Y, ¿qué se veía en esa década? Se consumían películas como Rocky, E.T., Tiburón, Los Goonies. Y se salpicaba de éxitos de tiempos pasados, como es el caso de Ben-Hur.

¿Hay mejor ejemplo de este boom que la serie Stranger Things? Personas de cuarenta años viendo una serie infantil de chavales en bici en busca de bichos de otra dimensión. Vamos, Los Goonies, E.T., Carrie y cualquier novela de Stephen King. Mete todo eso en una coctelera y sale la serie, sin lugar a dudas. Pero, ¿quién va a culpar a los que producen estos éxitos? Si las personas con capacidad adquisitiva para poder ir al cine o suscribirse a portales de pago que ofertan series tienen esa edad y viven como eternos adolescentes, ¿no les vas a ofrecer lo que piden a gritos? Porque los que les siguen en edad se han criado con nuevas tecnologías y es mucho más probable que estén interesados en ver algo en el portátil de casa o en la última aplicación para el móvil que en ir al cine. No se criaron haciendo cola para ver la nueva de Los Cazafantasmas. No tenían la ilusión de contar los días hasta que se estrenara en el cine de su ciudad. Porque muchos tuvimos que esperar meses para ver la película de turno, y bien sabemos que no hay nada que avive el deseo como el retrasarlo. Saber que llega, pero no tener una fecha concreta. Saber que otros pueden ver la peli mientras tú vas ahorrando para el día en el que la estrenen. Además, cuando sus padres les den dinero (que les dan mucho más que antes, eso no cabe duda), no lo van a invertir en una entrada de cine y en una bolsa de palomitas (que, por cierto, cualquier día va a ser más barato comprarse un Ferrari que algo para picar en el cine de turno). Lo gastarán en cualquier otra cosa que les interese mucho más. Tienen internet, ya no es tan emocionante el estreno de cine. Los Youtubers son mucho más divertidos. Y ofrecen inmediatez, likes, temas de conversación en el recreo. Y encima se pueden mandar comentarios o vídeos por chat. O publicarlos en las redes sociales. Son todo ventajas.

Aunque si el ir al cine queda aparcado… mejor no mencionemos a los pobres libros. Que sí, que parece que resurgieron cuando se pudo leer en dispositivos electrónicos de todo tipo. Y que hay mucha gente que lee mucho, sin duda. Pero ahora, si no ves series… no eres nadie. No eres cool, no estás in (ya no se dice “en la onda”, avisados quedáis). ¿Qué has hecho el fin de semana? ¿Te quedaste el sábado en casa leyendo un libro? ¿Sólo? ¿Sin mirar el móvil? ¿Sin hacerle fotos? ¿Sin contarlo por chat? ¿Sin decirlo en Twitter? Eres un loser, amigo. Sí, lo que oyes. Lo de leer ya no despierta el asombro o aprobación ajena, más bien eres un apestado del que la gente tiende a alejarse poco a poco y mirando con pena… Pobre, seguro que de chico le pegaban en el cole. No es culpa suya, es que el mundo lo ha hecho así.

Y en realidad, a Brunetina no le extraña todo esto. No le parece tan raro. ¿Realmente tenemos tiempo para tantas distracciones que se nos ofrecen? Es materialmente imposible poder estar a tantas cosas a la vez. Con lo cual, debes escoger una y ceñirte a ella. La que sea – aunque, con el vago que todos tenemos dentro, suele ganar la más cómoda y accesible. Si te pones a juguetear con el móvil, ya tienes el día hecho: chats, apps de ligue, redes sociales, YouTube, juegos varios, selfies, filtros de fotos. Si tiras de portátil, lo mismo más series y películas. Y, si eres el niño que nunca crece, escoge la peli que se te antoje esa semana y ve a verla con tus amigos – para luego ir a cenar a algún lugar de moda, preferiblemente algo que fusione lo que sea con lo asiático (puede que sepa a culo de mono, pero es de un moderno que te rilas).

Hay que ver lo que me enrollo. Creo que voy a pillar entradas para la de Woody Allen. Puestos a ver lo de siempre, vamos a hacerlo con ganas. Nada como una panda de neuróticos para sentirse menos loca una misma.

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