Carreras de sillas

Es tu amigo. Lo es aunque no os veáis a diario ni podáis llamaros con la frecuencia de antes. Las obligaciones del día a día han hecho que cada vez tengáis menos tiempo para poder dedicaros, pero es tu amigo. No hace falta recordarlo cada día, no es necesario poner frases lapidarias en una red social, no hay que regarlo con la paciencia y el esmero con el que se cuida a los claveles. Esta planta se parece más a la hierba buena, se busca la manera de sobrevivir en cualquier entorno. Tiene buenas raíces y las inclemencias del tiempo no le afectan. Bueno, le producen alguna reacción, pero nada que no sea subsanable con un encuentro, una risa, una caña acodados en la barra del bar de siempre.

Evoluciona, se transforma, se adapta, se amolda, crece y desconoce el egoísmo. Así es el amor de un amigo. Y es recíproco. Y no es de color de rosa, ni quieres que lo sea. Es real, tangible. Es la persona que en la guardería te prestaba la plastilina, la persona que le pegaba al que se metía contigo en el patio del colegio, el que te presenta a la que te gusta en la adolescencia, el que te lleva a casa en tu primera borrachera, el que da la cara por ti ante tus padres, el que juega en tu equipo en la pachanga de los domingos y el que se alegra cuando por fin encuentras a la buena y os vais a vivir juntos. El que le regala a tu primogénito la camiseta del Madrid para bebés y el que va a tu casa de madrugada con cervezas heladas cuando te deja por otro. Es el que va a verte al tanatorio sin que lo llames y el que te ayuda en las gestiones con la funeraria. El que se queda con tu gato cuando te vas de vacaciones (aun siendo alérgico) y el que va contigo a ver esa película nueva de Marvel. Es el que te echa la bronca cuando te estás pasando de listo y el único que se atreve a decirte que dejes de lamentarte, te quites el pijama, y salgas a la calle. Es el que te zarandea cuando lo necesitas y ríe contigo cuando la ocasión lo requiere. Es tu amigo.

Evoluciona, se transforma, se adapta, se amolda, crece y desconoce el egoísmo. Así es el amor de una amiga. Y es recíproco. Y no es de color de rosa, ni quieres que lo sea. Es real, tangible. Es la persona que en la guardería te daba la mano, un abrazo y un beso cada mañana, la persona que te prestaba las horquillas de la Barbie en el colegio, la que te consegue una cita con el chico que te gusta en la adolescencia, la que te lleva a casa en tu primera borrachera, la que da la cara por ti ante tus padres, la que te presta la ropa para salir el fin de semana y la que se alegra cuando por fin encuentras al bueno y os vais a vivir juntos. La que le regala la primera minifalda a tu bebé recién nacido y la que va a tu casa de madrugada con helado de chocolate cuando te dejan por otra. Es la que va a verte al tanatorio sin que la llames y la que te ayuda en las gestiones con la funeraria. La que se queda con tu gato cuando te vas de vacaciones (aun siendo alérgica) y la que va contigo a ver esa película nueva de Jennifer Anniston. Es la que te echa la bronca cuando te estás pasando de lista y la única que se atreve a decirte que dejes de lamentarte, te quites el pijama, y salgas a la calle. Es la que te zarandea cuando lo necesitas y ríe contigo cuando la ocasión lo requiere. Es tu amiga.

¿Sabes lo mejor? Que no te quiere porque te considere un ser superior, no es el caso. Conoce tus virtudes, claro, se las sabe al dedillo. Son muchos años ya… Pero lo que le fascinan son sus defectos. Porque, al fin y al cabo, son esos los que te hacen ser quien eres. Eres la combinación de tu buen humor y tus días de gruñir constantemente. Y tanto te conoce, tan bien se lo sabe, que se anticipa a tus días malos y sabe hacer lo posible para que lo sean menos. Y no quiere que cambies, no es algo que te pida ni que anhele. Quiere que seas tú, sin más. Quiere que seas esa persona a la que no necesita escribir por chat a diario para saber que está ahí y que acude si se la necesita. Porque, cuando ocurre algo malo, aparece y hace lo que está en su mano para convertirlo en bueno. Y, si no se puede, al menos comparte contigo la pena.

Es tu red de seguridad, tu apoyo y tu empuje. Y se te olvida darle las gracias por estar ahí, así que a veces te entra cargo de conciencia y le haces un regalo, o llamas de manera inesperada para quedar. Y le dedicas el tiempo que últimamente no encontrabas. Porque te das cuenta de que quien tiene un amigo tiene un tesoro, y que gracias a esa persona eres rica. Y te propones no dejar que te vuelva a pasar y decides que vas a estar más pendiente de él, o de ella. Y que nada ni nadie os separará. Porque vuestro plan era estar juntas en el mismo asilo de ancianos y hacer carreras por los pasillos con las sillas de ruedas mientras os persiguen las cuidadoras para regañaros. Porque el plan era compartir todo lo que viniera, lo bueno y lo malo, y poder recordarlo de viejos mientras os seguís insultando como de costumbre. Y, si se puede, seguir siendo amigas de fantasmas para asustar a la gente que os caiga mal durante toda la eternidad; entre risas, guiños y la complicidad de tantos años juntas.

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